Dicen que todo llega a nuestra vida, a nuestras manos, a
nuestro espacio (digamos en términos amplios) cuando lo necesitamos, cuando es
preciso. Hace semanas/meses intento leer nuevamente “El amor en los tiempos del
Cólera” y no lo lograba, no sé por qué.
Pero partiendo de un hecho, este blog nació como un intento
de contar lo que me sucedía cuando viajaba y ahora me doy cuenta que en
realidad fue ese el objetivo inicial y que ahora debo/necesito cambiarlo. No siempre
ando de viaje. Y todos los días, de alguna forma, emprendo viajes. Más tenues,
más intensos, más o menos de algo o de aquello. Bien, así que me dedicaré a
escribir lo que sea que me venga a la mente y quiera compartir.
Bueno, contaba de este libro. Cuento un poco la historia. Llegó
a mí en el año 2006 (qué rápido se me fueron 8 años… jajaja y qué intensos,
valgan verdades), cuando me lo regaló Kasha (Kathy, a quien le “cambié” el
nombre, porque había vivido en Rusia y según yo “Kasha” sonaba más ruso). Nos
conocimos en la Academia preparatoria. Las dos queríamos ser médicos y
queríamos estudiar en San Marcos (UNMSM). Yo desistí de ser médico y de
estudiar en la universidad, en términos genéricos. No sé por qué. Ella fue más
astuta (una de las personas más inteligentes que he conocido, por cierto) y
decidió postular a Contabilidad, porque habían más vacantes y pensaba que con
el tiempo podría transferirse a Medicina (y que por último ya estaba dentro de
la universidad). Efectivamente, ingresó. Una genia. Nos dejamos de ver por esos
tiempos, en que las dudas inundaban mi vida, empecé a trabajar y a ver qué onda
hacía con mi vida. Ese fue el 2006. Así como también fue un año de amores
contrariados, a destiempo, que me costó olvidar, pero parte de la vida, quién
no haya tenido una historia contrariada que levante la mano.
Cuando recién nos conocimos, creo que ni hablábamos. No sé
en qué momento preciso (e iluminado) empezamos a hablar y hablar y hablar (y no
dejamos de hablar), porque nuestra amistad tenía una fuerte base de hablar todo
el día y reírnos otra parte. Yo siempre estaré agradecida con ella por haberme
dado esa amistad. Creo que pocas personas en la vida me ha logrado conocer y
entender como ella lo hizo, aún sabiendo tan poco de mí (en aquellos tiempos no
me gustaba que me descubrieran ni que supieran lo más hondo de mí).
Kathy sabiamente me regaló este libro que hasta hoy me
estremece, me genera tristeza, alegría, nostalgia y mucho aprendizaje. La primera
vez que lo leí, creo que lo terminé en 2 o 3 días. No paré de leer, no paré de
absorber todo lo que quería decir, porque ahí había una (o varias) verdad (verdades)
que necesitaba comprender, que necesitaba sentir. No sé cuál fue la verdad que
encontré en ese momento. Pero cada vez que lo leo, encuentro una nueva verdad. Claro,
eso es obvio, a todos nos pasa. Solo que pocas veces me siento tan identificada
con causas ajenas como en este caso… que ni siquiera es ajena, sino ficticia. Pero
la realidad siempre supera a la ficción. Sí.
Trata de una pareja de ancianos. Es una de las historias
principales, con la que inicia el argumento. Me devolvió automáticamente a mis
abuelos. Me los trajo como si los estuviera viendo, escuchando, oliendo,
sintiendo su presencia junto a mí, como un abrazo, como una bocanada de aire. Así
me devolvió paz, amor, esperanza. ¿Qué es llegar a viejo? No lo sé, pero como
me decía mi abuela y mi mamá, a veces, se llega más rápido de lo que se quiere.
Sí. Supongo. ¿Cómo es el amor después del desgaste de 50 o 60 años? Porque no
es solo llegar a viejo, sino la pregunta que subyace es… ¿llegas solo o llegas
con alguien del brazo?
Siempre he leído y he escuchado, en miles de terapias, coaches,
todo el mundo dice que la felicidad está en la unidad, en el interno de cada
personas, es decir, la felicidad debe estar (o debería idealmente) en el yo
interno, en la satisfacción personal de ti para ti, de mí para mí, de él para
él, de ella para ella, y así. Sí. Probablemente. A mí me asusta.
¿De dónde sale todo eso?