viernes, 27 de junio de 2014

Como un día normal

Dicen que todo llega a nuestra vida, a nuestras manos, a nuestro espacio (digamos en términos amplios) cuando lo necesitamos, cuando es preciso. Hace semanas/meses intento leer nuevamente “El amor en los tiempos del Cólera” y no lo lograba, no sé por qué.
Pero partiendo de un hecho, este blog nació como un intento de contar lo que me sucedía cuando viajaba y ahora me doy cuenta que en realidad fue ese el objetivo inicial y que ahora debo/necesito cambiarlo. No siempre ando de viaje. Y todos los días, de alguna forma, emprendo viajes. Más tenues, más intensos, más o menos de algo o de aquello. Bien, así que me dedicaré a escribir lo que sea que me venga a la mente y quiera compartir.
Bueno, contaba de este libro. Cuento un poco la historia. Llegó a mí en el año 2006 (qué rápido se me fueron 8 años… jajaja y qué intensos, valgan verdades), cuando me lo regaló Kasha (Kathy, a quien le “cambié” el nombre, porque había vivido en Rusia y según yo “Kasha” sonaba más ruso). Nos conocimos en la Academia preparatoria. Las dos queríamos ser médicos y queríamos estudiar en San Marcos (UNMSM). Yo desistí de ser médico y de estudiar en la universidad, en términos genéricos. No sé por qué. Ella fue más astuta (una de las personas más inteligentes que he conocido, por cierto) y decidió postular a Contabilidad, porque habían más vacantes y pensaba que con el tiempo podría transferirse a Medicina (y que por último ya estaba dentro de la universidad). Efectivamente, ingresó. Una genia. Nos dejamos de ver por esos tiempos, en que las dudas inundaban mi vida, empecé a trabajar y a ver qué onda hacía con mi vida. Ese fue el 2006. Así como también fue un año de amores contrariados, a destiempo, que me costó olvidar, pero parte de la vida, quién no haya tenido una historia contrariada que levante la mano.
Cuando recién nos conocimos, creo que ni hablábamos. No sé en qué momento preciso (e iluminado) empezamos a hablar y hablar y hablar (y no dejamos de hablar), porque nuestra amistad tenía una fuerte base de hablar todo el día y reírnos otra parte. Yo siempre estaré agradecida con ella por haberme dado esa amistad. Creo que pocas personas en la vida me ha logrado conocer y entender como ella lo hizo, aún sabiendo tan poco de mí (en aquellos tiempos no me gustaba que me descubrieran ni que supieran lo más hondo de mí).
Kathy sabiamente me regaló este libro que hasta hoy me estremece, me genera tristeza, alegría, nostalgia y mucho aprendizaje. La primera vez que lo leí, creo que lo terminé en 2 o 3 días. No paré de leer, no paré de absorber todo lo que quería decir, porque ahí había una (o varias) verdad (verdades) que necesitaba comprender, que necesitaba sentir. No sé cuál fue la verdad que encontré en ese momento. Pero cada vez que lo leo, encuentro una nueva verdad. Claro, eso es obvio, a todos nos pasa. Solo que pocas veces me siento tan identificada con causas ajenas como en este caso… que ni siquiera es ajena, sino ficticia. Pero la realidad siempre supera a la ficción. Sí.
Trata de una pareja de ancianos. Es una de las historias principales, con la que inicia el argumento. Me devolvió automáticamente a mis abuelos. Me los trajo como si los estuviera viendo, escuchando, oliendo, sintiendo su presencia junto a mí, como un abrazo, como una bocanada de aire. Así me devolvió paz, amor, esperanza. ¿Qué es llegar a viejo? No lo sé, pero como me decía mi abuela y mi mamá, a veces, se llega más rápido de lo que se quiere. Sí. Supongo. ¿Cómo es el amor después del desgaste de 50 o 60 años? Porque no es solo llegar a viejo, sino la pregunta que subyace es… ¿llegas solo o llegas con alguien del brazo?
Siempre he leído y he escuchado, en miles de terapias, coaches, todo el mundo dice que la felicidad está en la unidad, en el interno de cada personas, es decir, la felicidad debe estar (o debería idealmente) en el yo interno, en la satisfacción personal de ti para ti, de mí para mí, de él para él, de ella para ella, y así. Sí. Probablemente. A mí me asusta.

¿De dónde sale todo eso?