martes, 14 de septiembre de 2010

Llegada a Santiago de Compostela


10/10/2010
En el tren puse la alarma de mi ipod a las 6am pues sabía que el tren llegaría como a las 7am, pero por si las wiflas... decidí adelantarme y sí pues...
Llegamos como a las 6 y 40. Había una viejita a mi lado que supuestamente iba a Vigo y le vendieron el billete equivocado. Me dio mucha pena porque probablemente tiene la edad de mi abuela y eso que uno piensa “y si fuera un familiar” y te hace sentir medio mal. Sin embargo, le dieron solución... pero igual me gané con todo el pase.
Llegué, salí de la estación de tren (no la miré mucho, estaba ansiosa por conocer Compostela) y... NO SABÍA QUÉ HACER! Normalmente sé qué hacer, pero ese fue un momento de como un corto circuito en mi cerebro. Pensé “¿adónde voy? ¿dónde estoy? ¿qué hago?”. Me duró, imagino, unos segundos... pero yo lo sentí como unas horas. Daba vueltas en mi cerebro para encontrar información que me sirviera, pero nada venía a mí... Ni siquiera mi propio nombre... Fue como un momento en que no sentí nada, no sentí miedo, no sentí emoción, no sentí felicidad, no sentí tristeza. Me quede inerte mirando a mi alrededor.
No tengo más recuerdo de ese suceso. Fue raro, fue muy raro, pero... me gustó saber que existen momentos en los cuales puedo ser indiferente a todo, incluso a mí misma.
Cuando ya estaba restablecida (o sea, cuando mi chip volvió a funcionar y bajé a la realidad) pensé tomar un bus pero la pregunta del millón era: ¿dónde hay un bus? Vi unos taxis y pensé ”tendré que vender mi cuerpo para pagarlo porque son carísimos” (según me habían dicho)... y no me quedó otra: tomé un taxi y mientras avanzaba el taxímetro también avanzaba mi corazón... iba mirando las calles y la piel se me estremecía... No pensé que mi sueño estaba haciéndose realidad. Estos minutos en el taxi pasaron muy rápido. Llegamos a la Praza Rodríguez Cadarso... no podíamos pasar la barrera de carros. No tuve que vender mi cuerpo: el taxi costó 4.45€
El taxista amablemente bajó mis maletas y empecé a caminar... caminé por un pasillo que parecía como claustro de muchos conventos que había visitado en Lima (no por convicción religiosa)... Me sentí muy extraña pero muy contenta a la vez. Una suerte de ansiedad feliz. Llegué a la primera puerta y no había nadie hasta que salió una amable dama que me dijo que esa no era mi residencia, la mía (el Colegio Mayor “San Clemente”) estaba como a 50 metros más allá. Llegué y me atendió el guardia (que se llama José y es como el amigo de todos los internacionales... siempre en las noches conversa con nosotros, nos pregunta de nuestras vidas y le preguntamos de Galicia)... me preguntó mi nombre y buscó habitación para mí. Le pedí una grande y me dijo que la única grande disponible era con Renata, una brasilera... él muy considerado dijo “pero Renata debe estar durmiendo” y yo mala mujer “ya son como 7.30am, ¿quién duerme hasta esta hora?” (tengamos en cuenta que hoy me levanté a las 8am... quién duerme hasta las 7.30 repreguntaría)... en realidad me emocionaba mucho tener contacto humano con algún estudiante... me dijo “bueno, anda con Renata... es en el 4to piso y no hay ascensor” (maldición gitana jajajaja). Yo por ser mala mujer tuve que subir no 4 sino 5 pisos!!!!!!!!!!!!!!!! Aquí en España y creo que en todo Europa, según me contó Michal que también sucede en Polonia, los pisos se cuentan a partir del 2do piso, digamos que el primero es el piso 0 (cero).
Bueno, mientras subía pensé: “es esto una iniciación al Colegio?”... pues usé toda mi fuerza para subir cada maleta por separado. Llegué y Renata, efectivamente, dormía (como cualquier ser humano normal en vacaciones)...

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